Romina Picolotti (Ex secretaria de Medio Ambiente de la Nación)
Sin duda que la destrucción de nuestra patria por manos extranjeras es dolorosa. Pero más dolorosa aún es la destrucción de nuestra patria hasta dejarla exhausta por nuestros propios compatriotas. Romina Picolotti.
Escribía Oscar Wilde: “Hoy, la gente conoce el precio de todo y el valor de nada.” En estos días de acalorada discusión sobre YPF y la necesidad de recuperar la gestión de recursos naturales estratégicos en nuestro país, resulta oportuno reflexionar sobre dos hechos que es preciso abordar si deseamos, como declamamos, independencia energética. Uno de ellos es el pasivo ambiental de YPF. El otro, la diversificación de nuestra matriz energética.
Pero la reflexión no debe agotarse en discursos y debates estériles, sino que, por el contrario, debe conducirnos a llevar adelante acciones concretas que nos permitan abordar la responsabilidad legal de los pasivos ambientales y la diversificación de nuestra matriz energética.
Esto en la práctica significa la inclusión en el proyecto de ley de expropiación de una sección específica sobre pasivo ambiental y responsabilidad. Además de avanzar en la generación de energías alternativas, principalmente eólica por ser nuestro país una verdadera potencia en esta área.
Daños producidos. La ley, entonces, debería incluir: qué es un pasivo ambiental y cómo se calcula; quién es el responsable de su remediación y/o indemnización; cuáles son las garantías necesarias a futuro para minimizar los daños y evitar la impunidad de los responsables.
En el balance del ejercicio de una empresa, el “pasivo” es el conjunto de deudas y gravámenes que minuciosamente se analizan e inscriben en la contabilidad empresarial para su contraposición con el “activo”.
Pero existe un particular tipo de pasivo que raras veces es contabilizado: el “pasivo ambiental”, que equivale a la suma de todos los daños no compensados producidos en forma directa e indirecta por las actividades productivas al ambiente, como así también el valor de los servicios recibidos del ambiente, que hacen posible las actividades productivas y que no son compensados o contabilizados como costos de producción.
El pasivo ambiental es en realidad una deuda hacia los titulares del ambiente, hacia la comunidad o país donde opera la empresa. Martínez-Alier y O’Connor mencionan al respecto que “…se podría decir que dichas deudas son éxitos de translación de los costos a la sociedad…”.
La tarea no resulta simple ya que tendremos que lidiar con la valuación monetaria de muchos bienes no intercambiables en el mercado, muchas veces caracterizados como intangibles; sin embargo, se han desarrollado herramientas reconocidas a nivel internacional que nos permiten el cálculo de este pasivo.
Es preciso destacar que en minería los daños no necesariamente se manifiestan inmediatamente. Es por ello que la legislación de otros países contempla la obligación de las empresas mineras de mantener una garantía monetaria de hasta mil años.
Con respecto a la responsabilidad ambiental pasada, presente y futura, es preciso que la ley de YPF legisle sobre la realidad. Uno de los principales yacimientos que le interesan al Ejecutivo es el de Vaca Muerta.
Este es un yacimiento de gas y petróleo no convencional ( shale ) cuya extracción con la tecnología actual es altamente contaminante. En otros países, las enormes consecuencias ambientales y sociales de esta clase de extracción han llevado a revisar la legislación incluyendo debates sobre moratorias de permisos hasta tanto se mejore la tecnología.
Independencia energética. Finalmente, resulta oportuno destacar que Argentina está en condiciones de lograr la preciada independencia energética. Sin embargo, la expropiación del 51 por ciento de las acciones de YPF no puede traducirse como un paso hacia lograrla. Es preciso desarrollar e implementar una política integral donde la diversificación de la matriz energética actual sea el objetivo principal.
La Argentina es uno de los países con mayor recurso eólico del mundo, nuestro potencial teórico de instalación es de dos millones de megavatios, sin embargo sólo contamos con un parque de generación eólica de 29,8 megavatios, más 754 megavatios recientemente adjudicados. Es decir, nuestra capacidad instalada no representa ni el 0,000015 por ciento de nuestra capacidad de generación. Y ésta es una energía de un pasivo ambiental prácticamente nulo.
Sin duda que la destrucción de nuestra patria por manos extranjeras es dolorosa. Pero más dolorosa aún es la destrucción de nuestra patria hasta dejarla exhausta por nuestros propios compatriotas.
Lamentablemente, la historia de YPF la condena. Pues una y otra vez ha evadido responsabilidad sobre su pasivo ambiental. Evidencia de esto es el caso de los niños mapuches severamente dañados en su salud por beber agua de napas que habían sido contaminadas por la empresa con total impunidad.
La defensora de niños de Neuquén que representaba a los mapuches denunció amenazas de muerte en más de una oportunidad por su defensa del caso. En ese entonces YPF era argentina. Una verdadera vergüenza.
La ley de expropiación de YPF puede ser una oportunidad de terminar con la impunidad en pasivos ambientales y construir un futuro de mayor responsabilidad en la gestión de nuestros recursos naturales. Para ello es preciso incluir un capítulo específico sobre este tema en el texto actual del proyecto de ley que directamente no lo menciona.
Esperemos que nuestros legisladores estén a la altura de las circunstancias e introduzcan las modificaciones necesarias para proteger el presente y futuro de nuestra patria y de quienes la habitamos.