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Por Romina Picolotti
Presidente CEDHA
En su memorable libro Las Venas Abiertas de América Latina, Eduardo Galeano escribió “Siempre se entregan los recursos en nombre de la falta de recursos”. Esto sin duda ha sucedido con los recursos de nuestro subsuelo. Así todos los gobiernos de turno han cedido, por conveniencia o por presiones, a las condiciones de las multinacionales, que como en épocas de la colonia se aprontan a saquear nuestros recursos minerales oro, plata, litio, cobre… Como resultado de tan minucioso y efectivo trabajo, nuestros servidores públicos y representantes han proporcionado un marco institucional por medio del cual las compañías mineras gozan no sólo de un paraíso fiscal, sino también de un traje a medida en materia de subsidios y legislación ambiental.
Esta semana el gobierno por decreto, decidió obligar a las empresas mineras a ingresar y negociar en el mercado de cambios, la totalidad de las divisas provenientes de operaciones de exportación. Hasta esta semana las empresas mineras, eran las únicas de la Argentina, que gozaban de un régimen diferencial que las eximia de la liquidación de divisas en nuestro país, a pesar de que estas divisas eran generadas precisamente de la explotación de nuestro subsuelo hasta dejarlo exhausto.
Es decir que a partir del Decreto 1722/11, si por ejemplo una empresa minera genera divisas por un millón de dólares, para liquidarlas, este millón de dólares debe entrar al Banco Central que le depositará el equivalente en pesos en la cuenta que la empresa indique. La empresa puede luego transferir todo el dinero al exterior, pero para hacerlo debe convertir el dinero ahora en pesos nuevamente en dólares a la tasa fijada para exportación de capitales.
Más allá de los motivos exclusivamente económicos que inspiraron esta medida, lo cierto es que la misma implica en la práctica comenzar a desmantelar el sistema de privilegios que goza el sector minero, pues antes del decreto la fuga de divisas de las empresas mineras se daba con absoluta libertad.
Por supuesto que este decreto no acaba con la pobreza generada por la minería en la zona de la cordillera, tampoco nos saca del subdesarrollo en términos de controles ambientales, ni socializa las enormes ganancias de estas multinacionales que aún pueden sacar la totalidad de sus suculentos dividendos del país. Pero nos recuerda sobre la necesidad de ejercer nuestra soberanía y que actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.